Por Julio María Sanguinetti (CORREO DE LOS VIERNES)
Hace exactamente dos años, el 28 de mayo de 2018, que visitamos a los Dres. Luis Lacalle Pou y Jorge Larrañaga para plantearles que desde ya debíamos instalar la idea de una coalición política que «configurara una real alternativa al gobierno del Frente Amplio», como lo escribimos entonces en » Correo de los Viernes».
En aquel momento era una iniciativa personal en que «como simple colorado ‘liso y llano’ o batllista militante», les hablé de lo que sentía como una necesidad. Personalmente no representaba a nadie ni tenía mandato alguno salvo el de mi conciencia y el aliento de un grupo de amigos que nos apoyaba en la idea.
Los líderes blancos me hicieron el honor de, a nuestro pedido, recibirnos conjuntamente. Tuvimos todos la suerte de que los medios periodísticos vislumbraran que allí se estaba gestando algo importante y removedor y pudiera así difundirse la propuesta.
Han pasado dos años -que parecen veinte- y el cambio ha sido sustantivo. La coalición emergió para la segunda vuelta electoral. Nosotros la postulábamos para antes, pero los hechos solo hicieron posible el acuerdo ante la instancia del balotaje. Y se logró un «compromiso con el país», que permitió que la alternativa se impusiera electoralmente.
El Dr.Lacalle Pou bautizó el proyecto de «coalición multicolor» y así se empezó a andar desde el 1º de marzo.
La oposición quería, desde el primer día, sembrar la sospecha de que la coalición era efìmera y que no podría durar. La irrupción de Cabildo Abierto parecía ser la grieta a explotar y todo su aparato propagandístico se lanzó a tratar de que se profundizara. Hubo algunos tropiezos, es verdad, pero un tropezón no es caímda y todo se fue amoldando.
Naturalmente, nadie pensaba que dos semanas después de asumir el gobierno, tuviéramos que enfrentarnos a una pandemia universal y un cambio total de planes. Y allí es donde se produce la doble confirmación de una coalición funcionando y un Presidente consolidándose como líder nacional y vigoroso conductor del Estado.
La presentación de la ley de urgente consideración y su aprobación ya asegurada, han ratificado esa situación. Iniciativa previa a la situación de excepción actual, desde enero ya había un borrador sobre la mesa, con discusiones, aprobaciones y reparos. Hubo flexibilidad y apertura. Nadie puede decir que se le tiró por delante una mayoría regimentada como ocurrió en cambio en estos quince años frentistas. Hubo cambios desde entonces y hasta ahora, lo que en estos días se critica contradictoriamente, porque esa flexibilidad es la que muestra al gobierno como abierto a escuchar, modificar, postergar o desechar algunos planteos.
El acuerdo parlamentario ha sido expresivo y nadie puede discutir que hoy el Uruguay tiene un real gobierno y una mayoría parlamentaria que ha sabido administrar las distintas identidades partidarias para privilegiar el espacio de las coincidencias.
En solo dos años, todo ha cambiado. Ellos nos hablan del valor de la política como herramienta de transformación. Nada ha sido casualidad sino el resultado de buenas ideas, llevadas a la práctica con persistencia y desprendimiento. Son los valores que nos permiten mirar el futuro con resolución para atravesar esta crisis que, en el mundo entero, empezó en la salud y hoy afecta al empleo, a la economía, a los equilibrios de la sociedad contemporánea y hasta la esencia de una democracia representativa amenazada por impensables medios de control ciudadano.