Por Julio María Sanguinetti (Correo de los viernes)
Las causas históricas que motivan al Partido Colorado están por encima de cualquier circunstancia. Y desde ellas el Partido continuará haciendo su aporte al gobierno de coalición, con firmeza y convicción.
Sin duda ha sido sorpresiva la renuncia a la actividad política del economista Ernesto Talvi. El lunes, en el Comité Ejecutivo Nacional del Partido Colorado, pese a la distancia psicológica que pone el Zoom, hubo ese unánime sentimiento de sorpresa y otro, aun mayor, de pesar. Fue nuestro candidato a la Presidencia luego de conquistar la mayoría en las urnas de las internas; traía al Partido los antecedentes de una vida de estudio y difusión de los problemas económicos y sociales de la región y el país y ofrecía un recambio no tanto generacional como de estilo.
Las circunstancias han sido muy particulares. La elección no fue lo que esperábamos para el Partido Colorado, pero nos posicionamos como la segunda fuerza en una eventual coalición que, desde mayo de 2018, veníamos preconizando con entusiasmo y fe. Ella se formalizó y electoralmente fue un éxito: se quebró una hegemonía de 15 años del Frente Amplio, ofreciéndose una alternativa clara en torno a un programa acordado entre cinco partidos. Nuestra contribución fue decisiva y así se reconoció para integrar el gabinete ministerial: los Ministerios de Relaciones Exteriores, de Turismo y Agricultura; las Subsecretarías de Industrias, Vivienda y Relaciones. La presencia del Partido, sin embargo, fue más allá, porque notoriamente el Director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, economista Isaac Alfie, y el Presidente de Antel, ingeniero Gabriel Gurméndez, en este caso para resolver una vacancia sorpresiva, más allá de cualquier representación política son figuras relevantes del Partido Colorado. Sin olvidar que la Presidencia del Codicen también la ocupa una figura partidaria, el Dr. Robert Silva, enfrentada a uno de los desafíos mayores de nuestra sociedad.
Infortunadamente, esta renuncia es muy relevante para el Partido Colorado y muy particularmente para un sector, «Ciudadanos», que ahora tiene que redoblar su esfuerzo para seguir adelante. Sin duda lo hará. Hay en su dirigencia políticos con experiencia, aún jóvenes incluso, que destacan con perfil propio y tendrán ahora que agrandarse en el esfuerzo. Los de «Batllistas» sentimos, a nuestra vez y más que nunca, la necesidad de cuidar la unidad partidaria y lograr que la diversidad de tendencias no cristalice distancias. Lo que hace también para la activa agrupación «Justicia para todos» que lidera el Dr. Gustavo Zubía.
Los análisis políticos y el chismorreo habitual, suelen ubicar las candidaturas como protagonistas casi excluyentes. No es así, sin embargo. Cuando no hay caudillismos o liderazgos consolidados, las candidaturas son un fenómeno del tiempo electoral. Y esta es nuestra realidad. Y, después de todo, también la de los demás partidos. Nuestro Presidente hoy es una figura ampliamente arraigada, pero no pudiendo ser él, ¿quién es el candidato «cantado» del Partido Nacional? En el Frente Amplio, ¿no estamos ante parecida indefinición? Quiere decir que los próximos tres años irán mostrando las preferencias de los electorados respectivos. En el caso de la coalición multicolor, las candidaturas recaerán en quienes mejor califiquen dentro del elenco gubernamental. Así de simple y así de complejo.
Miremos hacia atrás por un instante. Allá por abril, mayo, del 2018, ¿qué candidatos teníamos los colorados? Ninguno. ¿Qué liderazgos a la vista? Tampoco ninguno. Se hablaba de Talvi como una posibilidad pero estaba lejos de concretarse. ¿Qué nos decían las encuestas? Que el Partido Colorado estaba en un 6 o 7%. Es así que, en mayo, salimos con «Batllistas» a retemplar el ánimo partidario e instalar la idea de la coalición, a partir de una recordada reunión con los líderes blancos, Lacalle Pou y Larrañaga. Poco después salió «Ciudadanos» y el Partido en la elección interna alcanzó un 13%. A partir de allí, se creció vigorosamente y hubo momento en que las encuestas lo ubicaban entre un 19% y un 22%. Por diversas circunstancias, al final, los resultados no fueron los deseables, pero el 12% permitió alcanzar cuatro bancas al Senado, dos por cada sector, y una cantidad proporcional de diputados. Como decíamos antes, el Partido está representado con relevancia en el gobierno. No estamos en aquel desamparo del 2018. No dudamos que de esos lugares, o de la acción pública, emergerán liderazgos y candidaturas.
Nuestro Partido tiene una entidad propia incuestionable. No son solo dos siglos de trayectoria. Es la impronta en las grandes instituciones del país, en la visión universalista que nos viene de las grandes revoluciones liberales del siglo XVIII que inspiraron desde el primer día lo que fue nuestra República. No es la misma matriz que el Partido Nacional, al que Luis Alberto de Herrera ubicó ideológicamente en otro andarivel. A su vez, nos caracteriza históricamente nuestra «ética de la responsabilidad», que desde Rivera y Venancio Flores nos impuso siempre la búsqueda de los mejores resultados para nuestro pueblo, aun a costa de sacrificios y renunciamientos. El Estado laico, respetuoso de todas las convicciones y creencias, el Estado que educa en los principios de libertad de nuestra Constitución, que no rechaza religiones pero es imparcial ante ellas, que no pretende imponer los códigos morales de esas concepciones particulares de la vida humana. Es nuestra actitud constantemente reformista del Estado de Derecho, para asegurar libertades tanto como los espacios de justicia necesarios para no hacer ilusorias esas mismas libertades. No revistamos entre quienes piensan que la libertad económica por sí sola asegurará las mejores condiciones de vida, así como impugnamos la nefasta idea colectivista que imagina que el predominio de las corporaciones o de un Estado centralmente planificador pueden edificar progreso, cuando la historia ha dicho lo contrario. Por eso seguimos fieles a la creación batllista de nuestras grandes empresas estatales, pero sí procuramos que ellas estén en la mayor competencia posible, distantes de monopolios excluyentes, y sirvan así del mejor modo al ciudadano. La educación popular está en nuestro ADN: en las últimas seis o siete décadas, ¿alguien intentó cambios más relevantes en nuestro sistema que lo que hicimos efectivamente en la reforma de 1995?
Esas causas son las que nos motivan a los colorados y batllistas y están por encima de cualquier circunstancia. Los liderazgos no se decretan. Nacen de la vida política, espontáneamente. El Partido Colorado tiene liderazgos institucionales y parlamentarios, liderazgos políticos e intelectuales. Sin duda, el alejamiento que hoy nos sacude deja un espacio que se irá ocupando naturalmente. Dentro de dos o tres años vendrá el tiempo de las candidaturas. Hoy el desafío es seguir contribuyendo con todo nuestro esfuerzo a la coalición que integramos y aportarle a ella ese espíritu colorado y batllista que nos define.