(Programa de En la mira – VTV reiterado este martes 17/11 por Vtv).
La firmeza de la Coalición
(Programa de En la mira – VTV reiterado este martes 17/11 por Vtv).
El dos veces presidente de la República fue uno de los primeros en proponer la creación de una coalición de partidos opositores al Frente Amplio (FA) y hoy se muestra satisfecho con el resultado. De todas maneras, entiende que sería bueno conformar un espacio de diálogo donde participen los cinco miembros del bloque oficialista. Luego de su reciente despedida del Senado –que no sabe si será la última-, se abocará a mantener un clima de cooperación dentro del Partido Colorado (PC) y a tener un rol activo en la coalición de gobierno.
Por Magdalena Raffo (CRÓNICAS).
-Usted fue uno de los primeros dirigentes políticos en plantear la conformación de una coalición de partidos opositores al FA, que finalmente se concretó y que hoy gobierna. ¿Está satisfecho con el resultado?
-La coalición era un planteo imprescindible si buscábamos una alternativa al gobierno del FA. Nosotros lo planteamos en mayo del 2018 a Lacalle y Larrañaga, y a partir de allí tratamos de contribuir a generar una conciencia sobre el tema. El resultado electoral fue exitoso y el del gobierno, hasta hoy, también, o sea que creemos que fue un cambio necesario en la vida del país.
-“Hoy no hay un ámbito de coalición de gobierno donde podamos sentarnos todos los socios”, aseguró a CRÓNICAS el senador de Cabildo Abierto (CA), Guido Manini Ríos. ¿Sería necesario crearlo?
-La posibilidad de que hubiera un ámbito de diálogo la planteé en febrero, antes de que se instalara el Dr. Lacalle. Me parecía que era un mecanismo útil. Hasta el momento venimos funcionando sobre la base de la articulación a nivel ministerial, a nivel parlamentario y con entrevistas personales. Creo que sería útil que hubiera un ámbito de esa naturaleza.
-¿Le preocupan las diferencias que se han hecho públicas en la interna de la coalición?
-Me voy a preocupar mucho el día que no haya diferencias, porque cuando hay unanimidad es porque nadie está pensando. En la medida que haya gente que piense y tenga inquietudes, siempre va a haber diferencias; el tema es no perder de vista el objetivo central y no contradecirnos a nosotros mismos en el planteo general. Lo otro es la inevitable y deseable diversidad democrática.
-¿Qué piensa de que CA no haya asistido al homenaje en el Parlamento por los 100 años del Partido Comunista?
-Son actitudes personales que cada uno asume. El Poder Legislativo hizo un acto al que le llamó “homenaje” y eso le dio una connotación discutible. Yo le hubiera puesto “conmemoración” y simplemente hubiéramos recordado los 100 años de un partido y su sobrevivencia, porque siempre ha habido un conjunto de gente que lo ha votado.
Ideológicamente, es una curiosidad hoy a nivel mundial, porque ya los partidos comunistas que se siguen llamando a sí mismos así son muy pocos en el mundo occidental. Pero no tiene nada de extravagante celebrar eso, como celebramos a veces los aniversarios de nuestros partidos tradicionales, o podrían mañana celebrarse los 110 años del Partido Socialista.
-En declaraciones a Radio Carve, usted fue crítico con la actuación del gobierno durante las elecciones departamentales, por el nombramiento del excandidato blanco a intendente de Salto, Carlos Albisu, como presidente de la Comisión Técnica Mixta de Salto Grande. ¿La coalición se tendría que haber manejado de otra forma?
-Nuestra idea de la elección municipal era intentar hacer el mismo acuerdo en Montevideo, en Canelones y en el litoral. Desgraciadamente, no cuajó la idea y eso hizo que, aunque las fuerzas de la coalición podían haber ganado en Salto, no fuera así. Fue un error que cometió el Partido Nacional (PN) específicamente y sus consecuencias están a la vista.
-¿Por qué no cuajó esa idea en lo departamental, si se pudo hacer a nivel nacional?
-Porque a veces pesan más los intereses locales que los nacionales, porque hay gente que observa las cosas desde una mirada estrecha, o sea, ve el árbol desde la puerta de su casa y no ve el bosque más general. Nosotros hicimos lo que creímos del caso, pero ya es historia. Lo único que uno espera es que la lección se aprenda.
-¿Los resultados de las elecciones departamentales podrían haber sido mejores, entonces?
-Los resultados fueron, en términos generales, los más o menos esperables. En Rivera teníamos una muy buena chance que se concretó, en Salto teníamos una expectativa muy razonable que se frustró, y en el resto ocurrió lo que sucede normalmente, que es un cierto balotaje anticipado en mucha gente.
En algunos lugares hubo grupos colorados que más allá de la decisión del partido de postular a determinadas personas, hicieron acuerdos con candidatos blancos para tener opciones. Está claro que hubo lugares donde si no hubiera existido ese aporte colorado, el candidato nacionalista no habría ganado, por ejemplo, Rocha y Río Negro.
-¿Cómo vivió su reciente despedida del Senado junto con el también expresidente, José Mujica?
-Desde antes de la elección había planteado la idea de no estar mucho en el Senado, de modo que para mí era un trámite esperado. Se dio la circunstancia casual de que mi colega Mujica anunció que también se iba antes del Presupuesto, y se terminó haciendo un acto que inspiró la señora vicepresidenta (Beatriz Argimón) y que pretendió ser –y creo que lo fue- una ritualidad republicana, de valor pedagógico.
A la gente hay que mostrarle que la democracia es eso: constante debate, incluso apasionado, pero también espacios civilizados de concordia y respeto. Tuvo una gran repercusión en Uruguay y en países vecinos, especialmente en Argentina, desde el ángulo de la convivencia republicana en la diversidad. Se dio la casualidad, a su vez, de que éramos los dos muy paradigmáticos de nuestros propios orígenes.
-¿Esa fue su despedida definitiva del Parlamento?
-En la vida nunca hay que decir que nada es definitivo; salvo la muerte, todo lo demás siempre es transitorio. Pero no es mi vocación. Fui obligado a ser candidato en la última elección y adelanté que me iba a ir, cosa que me criticó más de un correligionario. Era una presencia simbólica porque no tenía vocación legislativa, ya es una etapa que está en el pasado.
-¿Qué rol va a jugar de cara al futuro dentro del PC?
-Estoy en la Secretaría General del partido por tercera vez en mi vida. Siento la responsabilidad de mantener una actividad institucional relevante, un clima de colaboración dentro del partido y, por lo tanto, tener un rol activo en el funcionamiento de la coalición de gobierno.
Al mismo tiempo, nunca dejé de hacer periodismo. Había dejado El País de acá, La Nación de Buenos Aires, y volví a los dos; no retorné a otros escenarios porque no se me ha dado. Mi tarea está por allí: periodismo, difusión de ideas, debate doctrinario y vida partidaria.
-¿Cómo quedó el PC después de la salida del excanciller Ernesto Talvi, que era uno de sus líderes?
-Fue un accidente político de los que desgraciadamente a veces ocurren en la vida política, pero el partido representa una tendencia histórica consustanciada con un modo de pensar y vivir que está más allá de las personas.
El PC es el republicanismo laico, es una concepción social democrática liberal del Estado, de seguridad social de promoción personal, de una política exterior activamente democrática, y esas características lo han perfilado siempre. De ahí han nacido matices a lo largo de la historia con el PN y, aunque hoy nos puedan unir los principios filosóficos de la democracia liberal, seguimos teniendo sensibilidades distintas frente a diversos temas.
“Sin claros liderazgos a la vista, es natural que se plantee la posibilidad del retorno de Talvi”, afirmó a CRÓNICAS el dirigente de Ciudadanos y ministro de Ambiente, Adrián Peña. ¿Ve posible su regreso a la política?
-Tengo que tomar en serio las declaraciones de Talvi.
-¿Sería positivo para el PC que eso sucediera?
-Tengo que atenerme a los hechos, que dicen que él decidió abandonar la vida política por considerar que no era lo suyo y tengo que respetar esa decisión.
-¿Usted se ve liderando el sector Batllistas en el futuro?
-Una cosa son liderazgos y otra cosa son candidaturas. En Uruguay no hemos terminado una elección y ya estamos pensando en quién puede ser candidato, pero basta mirar la historia reciente para advertir que la vida política corre muy rápido, más que nunca.
¿Quién era hace un año y medio Manini? Un mando militar. ¿Quién era Novick en aquel momento? Una estrella. ¿Quién era Sartori poco después? Otra estrella nueva en el firmamento. ¿Quién era Talvi hace tres meses? El ministro más popular. ¿Quién era Salinas? Un médico conocido solo en su medio. Esto le está mostrando cómo la vida política genera ascensos y descensos rápidos, de modo que hoy estar pensando en candidatos es un error.
A partir de allí, los liderazgos son, normalmente, colectivos. Hay momentos en los cuales son más personales, otros menos, y cada uno los va ejerciendo a su manera, según las circunstancias. El PC hoy tiene un liderazgo institucional y luego, con el correr del gobierno, irán emergiendo nuevamente los liderazgos políticos que tienen que organizarse con vistas a las candidaturas y al futuro.
-¿Cree que su hijo Julio Luis tiene proyección a futuro?
-Estoy mil por mil en contra de mencionar a nadie y de hablar de las posibilidades de nadie.
-¿Cómo ve el papel que están jugando los sindicatos en este contexto, donde han salido a reivindicar derechos en el marco de la ley de urgente consideración (LUC) o la discusión presupuestal?
-Los sindicatos se están equivocando en salir con ese referéndum en rechazo a la LUC. Es una ley popular que los pone en frente y en contra de la policía y del orden público, para empezar, lo cual me parece que no los instala en lo que son las necesidades de la gente, especialmente de los trabajadores, que son los primeros que precisan orden público. Y la LUC es fundamentalmente eso, es darle posibilidades de mejor acción a la fuerza pública.
-¿Está bien encaminado el gobierno en materia de seguridad?
-El ministro Larrañaga es responsable, jugado; no es escapista, como hemos sufrido en los últimos años; no se esconde ante las realidades. Cuando tiene que reconocer algún error de sus funcionarios lo hace, cuando tiene que defenderlos, también.
La policía hoy tiene una actitud y un talante de activa presencia en la lucha contra el delito. Fueron muy buenas las propuestas que se plantearon en la ley, para darle a la policía herramientas legales y un ánimo imprescindible para el enfrentamiento de un delito que en Uruguay, en los últimos años, ha cambiado su naturaleza, porque es un delito más cruel, vinculado al narcotráfico internacional, diferente al tradicional –si cabe la palabra-.
-El FA ha advertido que dada la incertidumbre económica actual, las proyecciones en el Presupuesto Nacional no son realistas. ¿Qué piensa usted al respecto?
-El FA por un lado dice que hay que gastar más, que el Presupuesto es magro, que hay que gastar el doble o el triple, y por otro lado dice que las proyecciones son demasiado optimistas, y que en consecuencia vamos a tener menos dinero. Es ininteligible, nadie puede entender esa actitud.
-Pero ¿cree que son realistas esas proyecciones?
-Yo no soy economista. Como político le digo que visualizo un par de años muy malos en el mundo y nosotros no somos una isla en él. Tenemos por delante dos años duros, difíciles. Confiamos en que, pasada esta situación y superadas sus mayores repercusiones económicas y sociales, el mundo se reencamine en un clima de crecimiento y que nosotros estemos preparados para subirnos a él. Es decir, si ahora hacemos insensateces, en el momento en que esto se revierta, nos vamos a quedar en el andén y el ferrocarril va a pasar.
Tenemos que hacer lo necesario para estar prontos cuando se empiece a reactivar la economía, y no descontrolarla de un modo tal que en ese momento no seamos creíbles para la inversión. Solo vamos a poder revertir la situación de desempleo si el país vuelve a crecer, y para que crezca tiene que haber inversión, tanto extranjera como local.
-El pasado lunes, el Comité Ejecutivo Nacional del PC recibió un informe del vicepresidente de AFE, Gustavo Osta, donde alertó por las demoras de la obra del Ferrocarril Central. ¿Preocupa esta situación?
-Estamos todos preocupados por eso. UPM hizo una de las inversiones más grandes en la historia del país. Como pioneros en la política forestal, que a partir de 1985 generó todo este desarrollo, deseamos que todo lo vinculado a eso logre los mayores de los éxitos.
Hemos cuestionado el modo en el que se negoció el contrato, pero el mismo es del Estado y por ende hay que cumplirlo. Lamentablemente, ha habido un error técnico, porque la consultora que realizó el estudio preliminar imaginó que debían hacerse 200 expropiaciones, pero son 1.000 las necesarias. De ahí la demora.
-¿Eso lo contrató UPM?
-No, UPM recomendó a una empresa finlandesa y el Estado la contrató, por lo cual el que asumió la responsabilidad del contrato fue el Estado.
-¿Afecta a Uruguay la elección de Estados Unidos, con Biden presidente?
-Hay que mirar en términos mundiales. El presidente Trump era un típico mandatario populista, ubicado más allá de la institucionalidad, apelando a las emociones y a los prejuicios de la gente, no ateniéndose a los códigos internacionales de respeto a la soberanía y a los comportamientos internos de la vida política de cada país.
En ese sentido, no tengo dudas de que el presidente electo va a representar un retorno a la normalidad en los relacionamientos políticos. Uno desea que esto nos permita tener una competencia Estados Unidos-China razonablemente llevada dentro de los términos de un comercio libre.
El Partido Republicano históricamente ha sido mucho más afín a la libertad económica y comercial que el Partido Demócrata. Siempre hemos dicho que con este último teníamos más coincidencias políticas y menos coincidencias comerciales, y a la inversa con los republicanos. Sin embargo, Trump fue una anomalía, porque es un republicano proteccionista, y de un modo primitivo, disruptivo, sin mucha maduración previa.
Por lo tanto, uno piensa que Estados Unidos puede llegar a transitar a una situación de mayor estabilidad y seguridad, sin la inestabilidad producto de los arrebatos de un presidente muy atenido al Twitter.
Más allá del ruido, no es que Trump haya cambiado las esencias de los Estados Unidos, porque él era populista, pero el sistema no lo es, porque la institucionalidad norteamericana es muy fuerte –el Parlamento, la Justicia, las Fuerzas Armadas, los medios de comunicación-. Entonces, el populismo de Trump llegó hasta donde llega hoy, que es a este triste espectáculo de estar impugnando la elección.
Por Julio María Sanguinetti (Correo de los viernes)
Rescatar la majestad de la ley y asegurar la calle como espacio público de convivencia pacífica, son claros objetivos republicanos.
La calle está complicada. El mundo del delito, que no por casualidad saltó de 9.000 rapiñas -cuando entró el Frente Amplio- a 30 mil el año pasado, está allí. Las restricciones del Covid-19 generan fatigas y en los jóvenes, rebeldías explicables. Las manifestaciones tradicionales por el presupuesto transcurren en un tiempo que les impone límites y que no son la normalidad. Las ocupaciones de instalaciones privadas y públicas, a su vez, pretenden preservar su espacio anterior de permisividad.
Este escenario callejero viene siendo manejado, en cada ámbito, con firmeza pero también con prudencia. Y de ese modo debe seguir actuando la autoridad pública, sin bajar los brazos un día, porque así como la mayoría de estas acciones no poseen una intencionalidad política, hay sin embargo quienes están en otra actitud. Nos referimos a dirigentes frentistas que han lanzado una increíble campaña contra el accionar policial, algunos gremialistas de la educación desorbitados y pequeños grupos radicalizados que no ocultan, desde hace tiempo, su voluntad de trasladar al Uruguay episodios de agitación como los que sufrió Chile en octubre pasado.
La campaña contra la Policía es increíble. Que el Frente Amplio, titular del fracaso mayor en seguridad ciudadana, se haya volcado con bombos, platillos y estrépito al cuestionamiento del nuevo gobierno en la materia, es realmente insólito. La exageración publicitaria del episodio de la Plaza Seregni no tiene parangón. No hubo un muerto ni un herido del lado civil. Solamente policías lesionados y recibidos con insultos, no bien aparecieron para solicitar que se dispersaran para prevenir contagios. Sin embargo, hasta se fue a la desprestigiada Comisión Intermaericana de Derechos Humanos, que de inmediato lanzó un bando internacional expresando una preocupación sin fundamento.
Mientras tanto, no hay intervención policial que no merezca cuestionamientos y análisis detallados, como si episodios de violencia pudieran ser manejados con pulcritud matemática.
Para escenificar esta deriva opositora, en el plano político se anuncia una interpelación al Ministro Larrañaga, cuestionando «su talante», su actitud y hasta su defensa encendida de una Policía que lleva sobre sí 15 años de administración frentista y a la que está tratando de levantar en su ánimo y eficacia. El Ministro se ha hecho cargo personalmente, como no ocurrió nunca su antecesor, siempre escondido detrás de farragosa explicaciones. Cuando ha habido aciertos, Larrañaga los ha expuesto; y cuando han existido errores, los ha reconocido. Se ha felizmente superado aquel escapismo del gobierno frentista, siempre pronto para buscar responsables por todos lados salvo en su accionar, nunca compasivo con una víctima y rara vez sostén del accionar policial. Las cosas han cambiado y se nota, pese a que los medios, como la Policía, son los mismos.
Resulta risible cuando se habla, en ocasiones, de operativos con baja profesionalidad de algún agente, porque ese es el personal que dejó el Frente Amplio. Donde hay buenos y no tan buenos, gente preparada y mucha otra sin entrenamiento adecuado. La diferencia es que hoy están motivados, tienen mejores herramientas legales luego de la LUC y un fuerte respaldo de la autoridad. Se empiezan a sentir parte de una batalla relevante para salvar a la sociedad de un narcotráfico internacional que domina al país y un mundo delictivo cuyos procedimientos se han agravado. La sociedad no puede permitir que les gane el desánimo y volvamos a caer en aquella «anomia» que reconoció en su día la mayor autoridad policial del país.
Otro capitulo muy importante es el que refiere al ámbito educativo, donde -especialmente en Secundaria- campea una agresiva irracionalidad. Con buen criterio, la autoridad está limpiando las fachadas de los liceos, hasta ahora soporte de pintarrajeos agresivos y consignas poco democráticas. Los sindicalistas del rubro vuelven a enchastrar y, felizmente, la autoridad insiste en repintar y así deberá seguir, firme y vigilante, para terminar con el oprobio de que la fachada del mayor instituto de formación docente, el IPA, parece ser un bunker revolucionario maoísta y no un establecimiento del Estado. Lo mismo cuando las ocupaciones de esta semana pretendieron exhibir su fuerza con ese espíritu de revuelta. En algunos lugares, la ciudad de Colonia, por ejemplo, hasta se izó la bandera de la Fenapes, en lugar del símbolo nacional, provocando una reacción de los vecinos que pudo tener consecuencias.
Todo indica que se quiere persistir en las ocupaciones, como ocurrió esta semana. Estos son los primeros escarceos, las primeras pulseadas, que quieren medir la firmeza de la autoridad. La mediación, como en anteriores ocasiones, resultó exitosa y se evitó que actuara la fuerza pública. Pero si estas medidas persisten, debe quedar claro que tendrá que actuar la Policía y que nadie se llame a asombro. Como bien sabemos, aunque actúe con la mayor parsimonia, será insultada, agredida y luego acusada de desbordes y excesos.
La interpelación al Ministro Larrañaga es una buena oportunidad para hablar con serenidad de estos temas, explicitar los rumbos y ratificar la decisión del gobierno de rescatar la majestad de la ley. En un plano político, además, se debería desnudar la dualidad frentista. Para que no funjan de acusadores cuando son responsables y que, lejos de preguntar, lo que deberían hacer es responder por su penoso legado. Para que no sigan hostigando a una Policía que solo está sirviendo a la legalidad republicana. Y a la convivencia que amenazan los radicalismos.
Para todo estamos a tiempo, pero cuidado con la calle. No puede ser escenario de combate y no pacífico espacio de convivencia.
Por Julio María Sanguinetti (Correo de los viernes)
Según la leyenda griega, los dioses condenaron a Sísifo a tener que empujar cuesta arriba por una montaña una enorme piedra que, casi al llegar a la cumbre, rodaba hacia abajo y él debía volver a empujar y así para siempre. Algo así nos pasa con el sistema de seguridad social. Cuando creíamos haberlo resuelto para un cuarto de siglo, resolvimos complicarlo y ahora hay que volver a empujar la misma piedra cuesta arriba.
Se instaló ayer la comisión especial que dispuso la LUC para evaluar el sistema y luego proponer las necesarias reformas. Está todo el mundo representado y, más allá de la buena intención de la propuesta, nos atrevemos a decir que los consensos serán muy difíciles, porque están sentados, sin ir más lejos, enemigos declarados de la ley de 1995 y algunos de sus co-redactores.
La historia reciente nos dice que en 1995 el sistema de seguridad social se salvó de su quiebra. Había llegado a ser la mitad del total del gasto público, más o menos un 15% del PBI. Era insostenible.
Fue así que se encaró una gran reforma, que modernizó el BPS, estableció un sistema de historia laboral, actualizó los parámetros básicos y añadió a la mesa una pata paralela de ahorro individual, administrado por las AFAP. Este fondo de ahorro previsional, encargado de pagar las prestaciones, alcanza los 2.000 millones de dólares, propiedad individual de cada trabajador que aportó.
Este sistema mixto fue impugnado por quienes imaginaban que el de «reparto» entonces vigente podía subsistir, sin decir cómo, y también por organismos internacionales que consideraban el régimen chileno -más privatista- como la panacea. Resistimos a ambos extremos y se logró comenzar un proceso de transformación altamente beneficioso. Las finanzas públicas mejoraban y el sistema empezaba abrir alguna ventana para mejorar la máxima injusticia, que son los topes. Entre los técnicos, nacionales e internacionales, se entendió que el sistema uruguayo había sido el más sabio.
Como todo andaba bien, el gobierno frentista resolvió hundirlo del todo al grito de flexibilizar rigidices. En la ley de 2008 se bajaron los años de aporte de 35 a 30, se abrió una vez más -entre otras «flexibilizaciones»- la canilla de las jubilaciones por testigos y en apenas tres años entraron abruptamente 80 mil jubilados. Por supuesto, también se hubieran jubilado, pero paulatinamente y no de golpe.
Como dijo el Ministro Astori en diciembre de 2019, haciendo un gran balance del país, «se profundizaron algunas características que hacen que el sistema de seguridad social necesite una transformación. Fue a contrapelo de las transformaciones que a mi juicio necesita el sistema de seguridad social».
Suele decirse que todos los partidos políticos votaron esa reforma «a contrapelo». Es media verdad porque los batllistas no votamos al comprobar que los alegres cálculos que hacía el oficialismo eran irreales. Otra gente votó de buena fe, pero equivocada. Y bien: según Rodolfo Saldain, presidente de la recién instalada comisión , esa reforma costó ocho veces más de lo pensado. Sí, ocho veces.
En 2017 se volvió a agravar la situación con el reclamo de los llamados «cincuentones», que a los 65 años hubieran cobrado lo mismo en el sistema nuevo que en el anterior, pero que querían a los 60 lograr lo mismo. Se les dijo que sí, se les autorizó a desafiliarse de las AFAP y no baja de U$S 1.300 millones lo que se agregó al agujero fiscal.
El resultado de toda esta historia es que el BPS, además de los aportes de patrones y de trabajadores, recibe ocho puntos del IVA y el total del IMESI. Y aun así, faltan unos 800 millones de dólares al años. O sea, de nuevo el Titanic se aproxima al iceberg y debe volver a salvarse el sistema.
Como telón de fondo del debate está el aumento de la expectativa de vida: en 1960 era 68 años; en 1980, 70; en 1990, 72; hoy estamos en 74 años y las mujeres prácticamente en 80. Añadamos que los trabajos pesados se han reducido a la mínima expresión y que, aun los más comprometidos, como la construcción, han mejorado enormemente su carga física.
Como si faltara poco, está el tema de las subsistentes «cajas» paralelas (militar, policial, profesional y bancaria), con regímenes especiales. Las dos primeras no deberían existir, porque no son «cajas» propiamente porque el Estado fija a su criterio el número de sus afiliados. Los militares aportantes hoy son la mitad que en 1985. ¿Cómo se hace entonces?
Lo triste es que el sistema de 1995 venia dando resultado y ahora hay que volver a rescatarlo. Nos imaginamos que el Frente Amplio asumirá su responsabilidad y aceptará lo que una y otra vez ha dicho su Ministro Astori. También nos imaginamos que algunas mentalidades pétreas (o ingenuas, en el mejor de los casos) difícilmente entren en razones, como nos lo dice la historia y que en algún momento habrá que asumir que no se puede esperar indefinidamente la unanimidad.
Está claro que el reacomodo financiero repercutirá recién para los gobiernos venideros. Al actual no le cambiará nada, porque son intocables los derechos adquiridos y cualquier transformación se hace hacia adelante. Quienes aspiran a gobernar en el futuro, se supone que serían los más interesados en que esto se resuelva, pero es muy fuerte la tentación demagógica de desmarcarse y esperar que otros saquen las castañas del fuego.
La reforma de la seguridad social pone a prueba la ética del sistema político. Allí se verá quienes son honestos frente a la sociedad o los que, así como han desbaratado lo bien hecho, no están dispuestos a hacer el menor esfuerzo para asegurarle el futuro a los trabajadores de hoy.
Por Julio María Sanguinetti (Correo de los viernes)
El Frente Amplio, aún desconcertado por la derrota electoral, anda en búsqueda de explicaciones y menudean los documentos. Han entrado en proceso de autocrítica pero todo indica que, en vez de entrar de verdad a analizar sus gobiernos, como de costumbre solo intentan descargar responsabilidades en los chivos expiatorios de turno. E intentar la construcción de un nuevo relato contra el gobierno de coalición.
El Partido Comunista, el de tradición universal en materia de procesos de autocrítica y purgas consiguientes, arranca con la afirmación de que vivimos «en el marco de la continuidad de la crisis estructural del capitalismo, con una ofensiva del imperialismo por colocar todos los recursos de la humanidad y del planeta al servicio del capital».
¿Cuál es esa crisis estructural y dónde está? China, la única gran potencia que aun políticamente se considera comunista, ha transformado radicalmente su economía, abriendo el camino a un sistema capitalista. En Europa, todas las viejas economías socialistas se han revertido a la economía de mercado y, más allá de la crisis pandémica actual, han alcanzado desarrollos con niveles de bienestar nunca alcanzados. Ni hablemos de la vigorosa región asiática, que vive una expansión históricamente inédita. ¿Dónde está «la crisis estructural»?
Esa crisis, según se dice, hace posible que «el imperialismo» ponga todos los recursos planetarios al servicio «del capital». ¿Quién es el imperialismo? Antes se suponía que hablábamos de los EE.UU., pero es evidente que su predominio ha dado paso a un auge del Oriente, que se expande por el mundo a través de la producción de potencias como China y Corea, pero también de países que hoy se han incorporado al mercado mundial y sus reglas, como el hipercapitalista Singapur o el reciclado Vietnam, afiliado a la liberal Organización Mundial del Comercio como la propia China.
Se habla como si nada hubiera pasado, como si no se hubiera caído el muro de Berlín. Y el gran ícono del progresismo sigue siendo la pobre Cuba «agredida y bloqueada». ¿Tiene alguna lógica seguir hablando del «bloqueo» cuando, más allá del histórico corte con los EE.UU., el mundo entero mantiene relaciones comerciales con Cuba? Su endémica pobreza, ¿no es la resultancia de una economía colectivista que ni siquiera ha podido superar el viejo monocultivo de la caña de azúcar?
La mirada pasa luego al Uruguay y allí nos encontramos, luego de la elección, con «un gobierno del gran capital», que llegó al poder porque durante la campaña electoral el gobierno frentista sufrió «acción concertada de la derecha social y política y la contraofensiva mundial y continental del capital y el imperialismo». ¿De qué están hablando? ¿Cómo es que no nos enteramos de esa «contraofensiva mundial» que buscaba votos para la coalición multicolor?
La realidad es que nunca hubo un proceso de extranjerización de la economía tan profundo como el de estos últimos 15 años. Y no es que lo cuestionemos, sino que es simplemente una realidad, que choca con el viejo discurso izquierdista y su anacrónica e irreal supervivencia. ¿UPM no ha sido la mayor inversión extranjera, en tierra e industria, al amparo de excepcionalísimas concesiones otorgadas por el gobierno frentista? La industria frigorífica, ¿no está en manos de capitales extranjeros, con muy pocas excepciones? ¿Quién hubiera imaginado frigoríficos chinos o japoneses? Los grandes supermercados, las cadenas farmacéuticas, ¿no son propiedad de empresas internacionales? ¿Cuándo se vendió más tierra a extranjeros? ¿De quién son propiedad los dos tambos más grandes y modernos? En el puerto, las dos terminales, ¿no son, ahora, las dos, de empresas de capital foráneo? Siguen hablando en contra de un capital internacional que llegó felizmente al país, en buena parte durante un gobierno frentista que enterró sus viejos eslóganes y lo recibió con beneplácito.
Realmente viven en un mundo trasnochadamente ideologizado que no asume la globalización ni la difusión internacional de la economía de mercado. Todo ahora se resume en cuestionar al gobierno, por los «recortes» que no existen en el Presupuesto y las «privatizaciones» que nadie sabe dónde están. ¿Alguien propone privatizar Antel, Ancap o UTE? Lo que ocurre es que las empresas del Estado tienen que competir, reformarse constantemente, para poder ofrecer a la sociedad los servicios y productos del mejor y más eficiente modo. El inmovilismo frentista es la mayor condena que se puede hacer a esas empresas, es llevarlas paso a paso a ser monstruos burocráticos desfinanciados. Como pasó con Ancap en la nefasta «Era Sendic».
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Mientras tanto, el Ministro Larrañaga cesó al Jefe de Policía de Montevideo, cargo de confianza que se designa o releva sin expresión de causa. En el caso fue porque el Ministro se entera por la prensa de que el Jefe tenía reuniones con quien fue la mano derecha del Ministro Bonomi y la figura más notoria de su política de seguridad. Por supuesto, cada jerarca administra a su criterio la relación con sus subordinados y punto. No es asunto sobre el que podamos estar opinando los de afuera. Esto ha servido, sin embargo, para que el señor Leal recorra todos los medios hablando de «la grieta» que el gobierno pretendería instalar, de su intolerancia, de que el Ministro arenga a la policía y hasta se define como «hincha» de la policía, lo que a su juicio es inaceptable. Lo increíble es que habla como si él fuera el titular de un gran éxito, como si no fuera parte de una administración que entregó al país instalado en el mapa del narcotráfico internacional y con el doble de rapiñas y homicidios.
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Algo parecido ocurre con la economía. Luego de cinco años de estancamiento, 5% del PBI de déficit y un 15% de desocupación en la actividad privada, cuestionan el presupuesto, tratando de construir la idea de que se están abandonando las políticas sociales. La pandemia reveló que había 400 mil personas sin cobertura social, pero igualmente hablan como si estuvieran montados encima de un éxito.
Estamos ante un mundo casi surrealista. Unos imaginando la agresión imperialista. Otros cuestionando con arrogancia a un gobierno que está hace siete meses, desde la cumbre de sus fracasos.
No hay duda: el Frente Amplio está perturbado. No sabe lo que le pasó. Y ha perdido la frontera del ridículo.
Por Julio María Sanguinetti (Correo de los viernes)
Nuestra renuncia al Senado estaba anunciada desde antes de empezar. Con toda razón, algunos correligionarios me cuestionaron que lo dijera por anticipado en plena campaña, pero me parecía una obligada lealtad para con el electorado. Entendía que esa etapa legislativa estaba para mí cumplida y debía dar paso en este caso a Tabaré Viera, ex legislador, ex Presidente de Antel , dos veces Intendente de Rivera y dirigente batllista de fuerte inserción en la militancia partidaria de todo el país.
¿Por qué el Partido y no el Senado? Porque si de antemano ya pensaba lo que pensaba, con más razón desde que asumimos la Secretaría General del Partido y, con más razón aún, cuando se produce el retiro de quien fue nuestro candidato a la Presidencia.
Quisieron las circunstancias que nuestra renuncia al Parlamento se hiciera contemporánea con la de nuestro colega Mujica. Ello generó una singular curiosidad que, con buen criterio, la señora Vicepresidente de la República quiso solemnizar en una sesión conjunta, que pudiera ofrecer al país un mensaje de institucionalidad y madurez cívica. Así lo entendió la prensa nacional y ello generó hasta una muy bienvenida repercusión internacional, que mostró al sistema político uruguayo en su mejor expresión. Cuando ni en los EE.UU. pueden aparecer juntos el actual Presidente y su antecesor, cuando en Argentina y Brasil se da lo mismo, no deja de ser reconfortante el que así transcurra, entre nosotros, la vida política.
Nunca falta gente de mirada estrecha, de andar mezquino y, sobre todo, de ignorancia de lo que es la construcción republicana, que quiso ver en este episodio una escenificación y nada más. «Hoy se abrazan y mañana se pelean», le oímos decir a más de uno, sin entender que esa es -justamente- la democracia, siempre debate, diferencia, apasionada confrontación, pero -a la vez- lugar de pausa para reflexionar al pie de las instituciones. En el caso, además, se trata de ciudadanos de larga militancia, que somos adversarios políticos pero antes fuimos enemigos en una guerra interna, en que uno -con las armas en la mano- luchaba por traer la revolución cubana a nuestro suelo y nosotros, desde el gobierno, sosteníamos con firmeza el brazo de la ley.
¿No es bueno, acaso, mostrar al país los gestos de reconciliación? ¿No es saludable que la ciudadanía advierta que dos ciudadanos que han estado tan ideológicamente distantes puedan convivir bajo las mismas instituciones? ¿No se trata de políticos a los que el voto llevó a nada menos que a la Presidencia de la República? Pensemos a la inversa: ¿no sería muy penoso que nos negáramos a una solemnidad como la vivida y difundiéramos el rencoroso mensaje de una enemistad sostenida medio siglo después?
Por supuesto, Mujica no ha renunciado a su relato y algunos cronistas suelen no recordar que su prisión fue dispuesta por la justicia civil en tiempos de la democracia y que su movimiento no luchó ni un día contra la dictadura. Nosotros, a nuestra vez, miramos hacia atrás y sentimos la tranquilidad de conciencia de que luchamos por defender la institucionalidad democrática y que si, al final, igualmente caímos, fue por la enorme responsabilidad de quienes sacaron a los militares de los cuarteles. Esa es la historia y allí está para ser entendida en toda su significación. ¿Ella debe seguir siendo un motivo de enconada lucha? ¿No es la hora de que, luego de 35 años de democracia, en que gobernaron los tres partidos, preservemos nuestras ideas pero no sigamos al pie del viejo enfrentamiento?
No faltan tampoco quienes nos recuerdan que siguen militando en el rencor quienes todavía reivindican ideas contrarias a nuestro sistema y hacen escarnio de las Fuerzas Armadas que, como institución del Estado, no tienen responsabilidad de lo que hicieron sus mandos hace medio siglo. Eso es verdad, pero peor sería que ellos nos contagiaran su intolerancia y mantuviéramos un enfrentamiento enconado. Quienes nunca hemos claudicado en nuestra convicción democrática, debemos ser fieles a nuestras ideas de libertad y tolerancia. Lo que no supone, por supuesto, abandonar el debate histórico, tratar de rectificar falsedades instauradas y -mucho menos- tolerar que en la educación se siga trasmitiendo una versión tergiversada del pasado.
Con lealtad digamos también que Mujica, con quienes hemos discrepado en el pasado y aun en el presente, no se enroló en las filas de la revancha y que, junto a su correligionario Eleuterio Fernández Huidobro, supieron mirar hacia adelante.
En lo personal, iniciamos otra etapa, desde el Partido, para contribuir a la siempre vigente identidad colorada y mantener viva una coalición política cuyo derrotero iniciamos en mayo del 2018, junto a los Dres. Lacalle Pou y Larrañaga. Somos depositarios de un ideario de republicanismo laico, humanismo filosófico y Estado democrático y solidario, en el que no cederemos un paso. Los nuevos liderazgos que lo representen en lo político ya irán apareciendo, para colmar la impaciencia de muchos correligionarios que ya querrían ver los candidatos del 2024. Hoy, la tarea es que esas ideas se expresen con sentido de actualidad en un mundo desconcertante por el avance tecnológico y a veces desconcertado por populismos, hijos del debilitamiento de los partidos y el auge invasor de las redes de comunicación.
Estamos ante un nuevo tiempo histórico y debemos interpretarlo para preservar la esencia de nuestros principios. Nada más ni nada menos.
Por Julio María Sanguinetti (CORREO DE LOS VIERNES)
El Día del Patrimonio inauguramos en la Casa del Partido Colorado, en Montevideo, una pintura mural de 3 metros por 2, del artista Miguel Battegazore. El viejo patio de entrada pasó a ser otro, por el colorido de un cuadro que impacta, con la atracción de las tres figuras de Don Pepe, pintadas en diagonal ascendente, de izquierda a derecha, de abajo hacia arriba, como expresión de su primera presidencia, su segunda presidencia y su posteridad.
En el acto participaron el Ministro de Educación y Cultura Pablo Da Silveira y la Subsecretaria Ana Ribeiro, porque la calidad de la obra, que se incorporaba a una casa histórica como la nuestra, era un acontecimiento cultural, más allá de lo político. Para nosotros, sin embargo, colorados y batllistas, el cuadro emociona porque es una síntesis de nuestra colectividad en una inesperada visión artística. Y decimos inesperada porque es muy difícil imaginar que una obra de calidad estética pueda, al mismo tiempo, sin caer en un panfleto como pasó con la pintura soviética, expresar a la vez sentimiento e ideas. Lo que es aún más sorprendente en una obra con una estructura formal constructivista, con los lenguajes de Torres García, a los que recurre el autor tratando deliberadamente de no caer en una lectura simplemente historicista. Para nosotros es muy conmovedor el «ícono», el gran ícono, de la figura de Don Pepe enfundado en su clásico sobretodo y, en su fondo, la obra monumental de los años que van de 1900 a 1930. Es la emoción de lo racional, de lo clásico, de lo equilibrado.
Una estructura constructivista permite, con formas geométricas, colores y letras, definir a Batlle y al tiempo histórico del que fue «creador», como dijera Milton Vanger. El autor considera que lo fundamental es la conquista del equilibrio democrático en ese período, por eso es que para él resulta fundamental responder a un orden clásico, equilibrado. De ahí que establece en el centro un eje ordenador. En la parte superior aparecen los símbolos del escudo nacional, luego -hacia abajo- la definición temporal del período (1900 – 1930), el Palacio Legislativo, como expresión simbólica del edificio democrático, la segunda figura de Don Pepe, encima de la definición de sus períodos presidenciales. Y el pie se configura con los tres símbolos clásicos de Torres García: el pez (que es el actuar), el triángulo (que es el pensar) y el corazón (que es el sentir), pintados en los tres colores primarios, rojo, azul y amarillo.
A la izquierda de ese tronco central aparecen las letras representativas del siglo XIX; con referencia a los años de subversiones institucionales a las que se pone fin. Y a la derecha el siglo XX, «equilibrio, razón, naturaleza». Lo de las letras es fundamental en la concepción estética del autor, que deliberadamente se aparta de letras tipográficas para emplear una escritura más primitiva, con la imperfección de la mano. La escritura está en el corazón mismo de la democracia, que es básicamente un diálogo.
En el amplio sector izquierdo del cuadro aparece el Batlle inicial: los símbolos gráficos del diario El Día, el Partido Colorado y la Quinta de Piedras Blancas, se acompañan con las letras que describen ese momento. Aparece el liderazgo colorado, el Molino de la Aguada de los Batlle, Caruso como fotógrafo (porque, así como Blanes estampó a Artigas para siempre, él lo hizo con su foto de Don Pepe). Al mismo tiempo, los principales avances de su vida, con el Estado como «árbitro de los conflictos sociales», el «equilibrio de capital y trabajo» y sus principales realizaciones: el salario mínimo, las pensiones a la vejez, la jornada de 8 horas, la legislación laboral. También aparece la reestructuación del Estado, el «equilibrio público privado» y las empresas del Estado. Del mismo modo el equilibrio campo-ciudad con la «Facultad de Veterinaria» y el «uso intensivo de la tierra».
Es el período de construcción y avance inicial. Luego, a la derecha del cuadro, se van ordenando otros aspectos, no solo de la vida del Batllismo sino del país que florece culturalmente: Carlos Vaz Ferreira, José Enrique Rodó, Eduardo Fabini, Pedro Figari (con referencia a su obra filosófica y a la abolición de la pena de muerte), Rafael Barradas, María Eugenia Vaz Ferreira, Delmira Agustini, Juana de Ibarbourou, Jules Supervielle, Petrona Viera, Jose Cúneo, Horacio Quiroga, Antonio Pena, Julio Vilamajó, Eduardo Acevedo Díaz (que aparece dos veces: en el inicio, cuando promovió a Batlle a la Presidencia, y luego como autor de la novela histórica), José Alonso y Trelles y, cerrando el espacio, abajo, la Torre del Estadio y el arquitecto Scasso. Delíberadamente elude a las figuras del liderazgo político y económico, salvo Domingo Arena (que es también escritor), para no transformar las letras en un relato sino en una expresión simbólica de una cultura y una nueva democracia.
No faltan, sin embargo, los adversarios intelectuales, que dialécticamente forjan su tiempo: Emilio Frugoni y Luis Alberto de Herrera, con referencia a su libro sobre la Revolución Francesa y «La Tierra Charrúa».
Están presentes también las grandes causas, como los liceos departamentales, la Universidad Femenina, los grandes pasos feministas, la ley de divorcio, recordando incluso el seudónimo Laura con el que se firmaba Don Pepe. No falta la política internacional, donde aparecen desde el arbitraje internacional hasta el condominio de las aguas del Río de la Plata y el panamericanismo. Siempre están las letras y los signos. En el caso del «equilibrio internacional», por ejemplo, aparecen el caballo del escudo, la libertad,y la fortaleza, la fuerza, o sea, la soberanía. Cuando refiere al tema femenino, el símbolo de mujer, cuando registra el orden estatal y la secularización, una columna griega.
Todo esto no es retórica. Quien observa el cuadro, disfruta de un notable manejo del color, la figura dominante de Don Pepe, en tres colores diferentes. Pero luego quien medita frente a la obra, se encuentra con el Uruguay notable del gran momento en que se configura el Estado moderno. Las propias imágenes de Batlle: la primera alude al ordenamiento del Estado luego de la paz; la segunda alude a una conciencia cívica, de ahí los escritores; la tercera ya es el imaginario poético y musical, otro plano de vida.
Hay varias lecturas, entonces, que van más allá, incluso de la que quiso ofrecer el autor. De ahí que para nosotros haya pasado a ser ya un ícono, ahora de nuestra casa. Está la emoción de sentirse parte de algo tan grande, tan importante.
En estos días de octubre, en que el 20 recordamos el fallecimiento de Don Pepe en 1929, nos encontramos con esta dimensión nueva de la emoción, algo distinto, desde un ángulo inesperado como es el arte; y de un arte muy geométrico, sin claroscuros dramáticos. No estamos recordando hoy la pérdida de Batlle, sino constatando su eternidad, su permanencia, su vigencia, en las instituciones y en los grandes ideales de la República.
Por Julio María Sanguinetti (CORREO DE LOS VIERNES)
Terminado el ciclo electoral, acallados los ruidos, pasados esos primeros análisis superficiales que siempre aparecen, nuestro Partido arriba -como todos- a la hora del balance, de la mirada de conjunto sobre el escenario político nacional.
La primera gran lectura es que la batalla por la coalición que iniciamos en mayo de 2018 ha sido el cimiento de la construcción de esta alternativa de cambio que hoy se marca en el país.
Ella se logró luego de una larga prédica, pero aun así debemos entender que no fue sencillo obtener el concurso de toda la ciudadanía que en la primera vuelta había votado a los partidos de la coalición que, sumados, habían alcanzado un 54 % frente a un 40% del Frente Amplio. En la doble vuelta todo cambió y el candidato frentista, pese a su debilidad, creció hasta un 49% mientras que el nuestro, no obstante su notable campaña, apenas superó el 50% y terminamos con el Jesús en la boca.
Felizmente el gobierno ha arrancado con firmeza, la coalición funcionó para sacar la primera gran ley y trabaja en el Presupuesto con espíritu constructivo. El Presidente de la República, a su vez, ha afirmado su prestigio por su enfoque y decisión en la pandemia y disfruta hoy, además, de una popularidad relevante por su modo de moverse y comunicar.
El ciclo electoral acaba de terminar con la elección departamental y no se han producido, en esta última instancia, cambios dramáticos. El hecho, sin embargo, es que los candidatos frentistas, si bien perdieron tres Intendencias, alcanzaron un 44%, más que en la primera vuelta, lo que -luego de una derrota- no es una mala elección. Y un desafío constante para la coalición republicana.
El Partido Nacional se ha beneficiado de la popularidad personal del Presidente y ello le ha permitido ganar 15 Intendencias. ¿Son todos votos blancos? Sin duda que no. Es notorio que, sin el acuerdo con un grupo colorado, Rocha no la habría ganado el candidato blanco; del mismo modo, en Río Negro notorias figuras coloradas, a título individual, hicieron lo propio para llegar al mismo resultado. Tampoco puede ignorarse que Cabildo Abierto, prácticamente sin candidatos propios, acompañó en general a los blancos
Otro caso es el de Salto, que ya hemos comentado más de una vez. No se nos escuchó, no se nos respetó y así se cosechó un resultado negativo. Realmente una lástima, pero también una muy expresiva lección hacia el futuro. Ella nos está diciendo que es la hora de comenzar a construir un proyecto político y electoral de largo aliento, que respete cada individualidad partidaria y pueda así ofrecer necesarios matices de opinión.
Nuestro Partido, por su parte, corrió con todas las desventajas. Su principal figura política, candidato a la Presidencia, se retiró del escenario en plena campaña. El llamado «voto útil» funcionaba en nuestra contra en los departamentos donde el Partido Nacional era mayoritario o tenía opción, como ocurrió, entre otros, en los que hemos comentado. La diferencia de medios era ostensible en todo el país. Pese a todo, los candidatos colorados alcanzan en su conjunto un 11%, bien cercano al de la elección nacional, y así se obtienen 61 bancas de ediles, 4 más que en la municipal anterior. No es un gran éxito, pero tampoco es la tragedia que algunos periodistas frívolos y poco responsables pretenden instalar con relación a nuestra colectividad.
En todo caso, estamos de pie. Mucho mejor que en mayo de 2018, cuando visitamos a los líderes blancos para proponerles la coalición. Entonces no teníamos ni candidatos ni grupos organizados, al punto que personalmente tuvimos que involucrarnos nuevamente en la vida electoral del Partido, que no era por cierto nuestra idea. Hoy actúan tres grupos colorados que están organizados. «Batllistas» se siente el custodio de los valores esenciales del ADN partidario. «Ciudadanos», que nació como renovador al impulso de la candidtura de Talvi, hoy sin ella -sin embargo- ratificó su presencia. Y la nueva «Tercera Vía» del Dr. Zubía muestra singular valor.
Además, estamos en el gobierno. Hay Ministros, Subsecretarios y jerarcas colorados en lugares claves del Estado. De allí saldrán, seguramente, a su tiempo, valores prestigiados, eventuales dirigentes a promover. Hoy no están los candidatos, pero está el Partido y están las agrupaciones. Sobre todo está el Partido y si todos los colorados tenemos la sabiduría de actuar con coherencia y amplitud de miras, auténtico sentimiento de unidad, más allá de las preferencias naturales, no tenemos la menor duda de que creceremos, proyectando hacia lo político la enorme responsabilidad que ha asumido en la administración.
Ahora, a gobernar, a proponer, a ayudar, a corregir, a protagonizar. A hablar y discutir. A levantar nuestras banderas de siempre, las que el mural espectacular de Miguel Bategazzore que inauguramos en la Casa del Partido resume y proyecta a través de una obra de arte superlativa. La convicción republicana, la laicidad, la modernización educativa, la seguridad social que promueva y no iguale hacia abajo, el feminismo, las empresas del Estado fortalecidas en la competencia, la política exterior inflexiblemente democrática, el equilibrio entre Estado y mercado, la visión universal de los valores sociales y de la voluntad de progreso. Ese es el Partido Colorado. Ni populismo ni elitismo. El que construyó esa gran clase media, que es base de la República, apoyando a quienes trabajan, en una atmósfera de libertad. La que nos ha inspirado siempre. Y que nos da un perfil identitario irremplazable.
Por Julio María Sanguinetti (CORREO DE LOS VIERNES)
La gran lectura que deja la elección departamental es la ratificación de que el Uruguay ha ido, paso a paso, a la configuración de un nuevo bipartidismo, formado por dos coaliciones. De un lado la ya tradicional coalición frentista y por otro, la nueva coalición multicolor, que ganó la elección nacional y se reiteró ahora, expresivamente, en los comicios del pasado domingo.
La coalición multicolor se expresó formalmente solo en Montevideo, donde no alcanzó para triunfar pero mostró brío y presencia, mejorando claramente lo que logró en la elección anterior la entonces llamada Concertación. En el resto, se produjo una corriente que potenció al Partido Nacional recogiendo, en muchos casos notoriamente, el aporte decisivo de ciudadanos de origen colorado o aun de algunos dirigentes que, más allá de la decisión partidaria de votar candidatos colorados, igualmente se volcaron a tratar de superar al Frente Amplio. Es el caso de Rocha y Río Negro, donde la exigua mayoría de los Intendentes blancos lo revela.
El Frente Amplio ratificó su mayoría en Montevideo y Canelones, pero perdió tres de las seis Intendencias que tenía hasta ahora. No es un hecho menor. Lamentablemente, se benefició de la situación en Salto y pudo retener esa administración que debió perder, pues la suma de los partidos de la coalición fue claramente mayoritaria.
Nuestro Partido Colorado ratificó su mayoría en Rivera, con un triunfo del Cr. Richard Sander, que revela la fuerza de un equipo de gobierno que comenzó con el liderazgo de Tabaré Viera, sus dos Intendencias, y siguió con las dos de Marne Osorio. Dirigentes excepcionales, con gran capacidad de administración, superaron incluso elecciones nacionales muy adversas, mostrando en lo local su enorme prestigio. Son un ejemplo.
En el resto del país los resultados del Partido Colorado no fueron todos los deseados. En Montevideo se volvió a la Junta Departamental, ahora con cuatro ediles. En varios departamentos se mantuvo, aproximadamente, el porcentaje de votación de la elección nacional, pero en otros el balotaje anticipado que hizo la ciudadanía, nos redujo. Este último efecto claramente se potenció en aquellos departamentos donde las candidaturas no fueron las de los reales líderes locales sino de sacrificados compañeros que merecen todo nuestro reconocimiento pero que no pudieron alcanzar una mejor representación.
Un caso especial fue Salto. Como dijimos una y otra vez, nuestro partido tenía una sólida chance y no le reclamábamos a la coalición nada especial, sino competir en igualdad de condiciones. No fue así, desgraciadamente, y pasó lo que más temíamos, que el Partido Nacional frustrara nuestra chance y no pudiera superar al Frente Amplio. No era casualidad que el Partido Nacional no hubiera podido alcanzar la banca de diputados en octubre. Ahora se reiteró esa circunstancia. No se trata hoy de expresar resentimientos sino de constatar hechos y entender que cuando se siembran vientos normalmente se cosechan tempestades.
Más allá de estas consideraciones, surgen ya especulaciones sobre las figuras personales de algunos candidatos que ascienden y otros que decaen, pensando en unas elecciones nacionales que están tan lejos que no tienen mayor sentido. Basta ver los alumbramientos y apagones ocurridos en estos pocos meses para entenderlo.
Como reflexión final digamos que, de este último episodio de la zafra electoral, tan anormal por las circunstancias en que ocurrió, no restan como saldo resultancias dramáticas. Sí queda claro que, para la coalición hoy en el gobierno, surge una gran agenda de mecanismos electorales de imprescindible análisis hacia el futuro. Confiamos en que un diálogo lúcido vaya iluminando esos necesarios derroteros. El Partido Colorado y el Partido Nacional participamos de la misma filosofía democrática y de la concepción de economía de mercado. Tenemos, sin embargo, ideas distintas de la institucionalidad republicana, de la laicidad del Estado, del rol del Estado en la vida económica y social, incluso matices diferenciales en la política exterior. Los tiempos imponen reflexión y acción, renovación de estrategias y afirmación de principios dentro de un nuevo mundo. Ojalá podamos, todos, estar a la altura de las circunstancias.
El futuro empieza hoy.