¿Habrá post pandemia?

Por Julio María Sanguinetti (Correo de los viernes)

Todo parece indicar que deberemos aprender a convivir con la pandemia por más tiempo del que imaginamos inicialmente. Por consiguiente, el gobierno pero también -y muy especialemente- los ciudadanos deberemos seguir extremando esfuerzos para que no descarrilen ni la situación sanitaria ni la socio-económica.

Aunque no hayamos caído en los niveles de restricción propios de los confinamientos, como Argentina o España, estamos todos cansados de las restricciones y soñando con «aquel» día en que dejaremos atrás la pandemia. Desgraciadamente, todo indica que ese minuto glorioso difícilmente llegue y que, por las noticias que arriban de todo el mundo, conviviremos mucho tiempo con ese tema, en variaciones aún imprevisibles. Sin duda estamos mejor que hace un mes y el horizonte empieza lentamente a despejarse, pero falta mucho para que se dispersen las nubes y todo resplandezca.

Las propias vacunas no han alcanzado aún el estatuto de totalmente aprobadas. Todas ellas se aplican con una autorización para situaciones de emergencia y, recién ahora, las evaluaciones hechas sobre el terreno, ya con grandes números, están permitiendo sacar conclusiones.

Si pensamos que llevamos un largo año y medio en esto y aún estamos tan a la mitad del camino en asuntos tan sustanciales, vamos llegando a la conclusión resignada que la pandemia y las vacunas convivirán con nuestras vidas bastante tiempo.

No estamos hablando como científicos sino como políticos -o ciudadanos- que observamos el panorama general y sentimos la necesidad de hacer esa advertencia para que se entienda que más libertad no significa menor prevención. Ya se puede viajar y es una muy buena noticia, pero -al mismo- tiempo cruzamos los dedos, porque de la conducta responsable de los compatriotas que viajen dependerá la salud general. Se informa que los vuelos están llenos para este mes de julio y que, con la avidez previsible, se prevé un aumento considerable de la salidas del país desde aquí al fin del año. Nadie puede dudar de que todo esto es más satisfacción personal pero -atención- asimismo más riesgo colectivo.

Hay entonces un mensaje también para las autoridades, que no pueden simplemente contemplar el flujo de los turistas y no pensar en la necesidad de extremar los cuidados.

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En otro orden, tenemos las consecuencias económicas de la pandemia. El gobierno plantea en la Rendición de Cuentas multiplicar su esfuerzo en los Centros CAIF, con un programa especial que reformula su actividad para prestar una asistencia integral, formativa, que disminuya las desventajas de la situación social. Es muy importante, especialmente para el Batllismo que creó los CAIF en 1988. También lo tendrá que hacer con la educación, que retornando a la presencialidad deberá pensar un año que viene en condiciones diferentes, con cambios importantes en la orientación pedagógica.

Se han producido ya modificaciones institucionales relevantes, pero el esfuerzo es más amplio. Cualitativamente más profundo. La reconfiguración de la comunidad educativa, la estructura curricular adaptada a los tiempos históricos, los textos liberados de la tendenciosidad frentista, que durante años ha configurado un intento (bastante exitoso) de adoctrinamiento, son desafíos inaplazables. Serán necesariamente polémicos pero impostergables.

El equilibrio entre un déficit que no se podrá bajar (esta fue una meta preelectoral hoy postergada) y rezagos sociales que hay que atender, es de una rigurosa exigencia. Pensemos en la gente que vive en la calle y en las 300 mil personas sin protección social de las que nos enteramos al desatarse la emergencia. Por supuesto, para los demagogos de moda no hay límite, se puede dar todo sin financiar nada y quien intente poner límites, será un insensible. Pero de ese equilibrio dependerá que la economía pueda el año que viene recoger más inversión y relanzarse con brío. Esto es fundamental: hay que salvar las empresas endeudadas y alentar a las que puedan instalarse, porque la prioridad sigue siendo el empleo.

El año pasado se pensaba que esta sería una Rendición de Cuentas de tiempos «normales». Está claro que no y que nuevamente la emergencia será prioritaria. No es época de jolgorio.

Como decimos, hay fatiga. Pero lejos de bajar los brazos, relajarnos y disminuir el esfuerzo, hay que respirar fuerte y tomar nuevo aliento. Así como llegamos el año pasado a un razonable fin de año, trabajemos para llegar mejor. Depende mucho de nosotros. Tanto o más que del gobierno.